Escritos como mensajes de amor a un amado desconocido y pero fruto de la mente de quien escribe, no solo le hacen cobrar vida sino que, como un astro, lo envuelven en la rotación del mundo que él mismo genera, a la vez personal y universal. Al ser objeto de deseo un ser irreal, igualmente se torna irreal quien le ha dado vida. Tan fuerte es este nexo que no hay posibilidad de separación.