En medio de la guerra civil emprendida por la aristocracia francesa durante la minoría de edad de Luis XIV, dos mujeres se enfrentan con todas sus armas. En la lucha por el poder, ponen en liza su belleza, su gran capacidad para la intriga, su amor y sus celos sin renegar del coraje ni de sus dotes militares. Alexandre Dumas, autor de algunas obras maestras del espíritu romántico como El conde de Montecristo, recrea una estampa de la guerra de la Fronda con dos personajes que quieren ser los equivalentes femeninos de sus célebres mosqueteros: la astuta y encendida amante del duque dÉpernon, Nanon de Lartigues, fiel a una Ana de Austria y a un cardenal Mazarino que tratan de salvaguardar la corona para quien luego sería el Rey Sol, Luis XIV; y la rubia y valerosa Claire de Cambes, que sostiene la rebelión de los príncipes de Condé con su inteligencia y su astucia. Estas dos «mosqueteras con faldas», como se las ha llamado, se convierten en el eje de una narración con los mismos ingredientes que Los tres mosqueteros, la novela más célebre de Dumas: acción, intriga y rapidez descriptiva. Pero