La mayoría de los tiburones son pequeños reúne lugares, sucedidos, adicciones. El narrador transcurre por Argel, Tánger, Tetuán, Beirut, El Cairo, Alejandría, Manila, los claroscuros de un Madrid infrecuente. Es adicto a Homero, Dante, Nietzsche, Cervantes, Góngora, Cirlot, Schopenhauer, Ezra Pound, Virgilio, las anfetaminas, el clorhidrato de cocaína, algunos recuerdos, el alcohol. Se cruza con personajes tan veraces que se dirían imaginarios; con invenciones que nacen de la verdad. El texto viene precedido por una cita del Maestro Eckhart: «Yo os digo que en el infierno arde la nada». No es menos cierto que en este libro arde el fuego de la literatura.