Ediguéi Buranny trabaja de ferroviario en un remoto apartadero. Un día recibe la noticia de que su amigo Qazangap ha fallecido. Ediguéi decide entonces llevar el cuerpo del difunto hasta el legendario cementerio kazajo de Ana-Beit. En el transcurso del camino reflexiona sobre la guerra, las purgas de Stalin, la fugacidad de la vida, las viejas historias de su clan, la importancia de la tradición o el progreso de la humanidad.