Hubo un tiempo en que el tema iconográfico de una mujer en su toilette fue captado por el pincel de cientos de pintores. Desde el Renacimiento, una mujer arreglándose ante el espejo cautivó la mirada de infinidad de artistas. En muchas ocasiones esta imagen femenina aludía al símbolo de la vanidad, pecado que se atribuía especialmente a la mujer. A medida que el arte pictórico fue alejándose de la influencia de la Iglesia, esta condena aparente 'ya que en realidad solo ocultaba el placer voyeur de representar a una mujer bella' fue desapareciendo, pero la idea de la intimidad femenina siguió cautivando a los pintores. Los catorce relatos siguen a igual número de imágenes y parten del monólogo mudo que se produce cuando una mujer se arregla delante de un espejo.