Odino podría bien tratarse del cuaderno de bitácora de un escapista entre las cartografías de un mundo disfuncional. De esta manera se nos muestra una realidad disforme, como si fuera observada tras una lente de aumento que nos devolviera una imagen ampliada y deformada de nuestro mundo. Y es desde ese amorfismo desde donde se explica y se construye el universo de este libro, un universo que inevitablemente nos recuerda y nos hace pensar en nuestro propio mundo, en nuestra existencia. Un mundo y una existencia que obstinadamente choca, extrañada, contra lo absurdo de sí misma, y tras esa colisión solo puede quedar la carcajada como único testimonio de toda experiencia, de todo acto humano.
David Efe se sirve de una narrativa marcadamente surrealista para jugar con lo simbólico y alterar, de esta forma, lo físico, y así contar la historia de Odino Baybury, la historia de sus viajes. Escrita en quince actos sobre quince mapas cartográficos en los que continuamente traza líneas divergentes a través de unos personajes no menos divergentes. En cada acto, en cada mapa, encontramos unidas infinidad de narraciones íntimamente asociadas. Historias contenidas dentro de personajes que albergan en sí mismos nuevas historias, nuevos personajes, nuevas narraciones, como una matrioshka que se nos abre y se nos muestra interminable ante nuestros ojos.
Odino es un ejercicio honesto, pero también estético y obsesivo de imaginación desbordada, una imaginación que se precipita contra sí misma hasta construir y alcanzar un final sorprendente, hasta conseguir crear un relato circular y completo.