«Pactamos con el diablo a fin de que nos otorgue el don de la palabra. La escritura es un don que nos dispensan desde el inframundo. Todas las recompensas del arte proceden de ese pacto. El diablo me ha prometido una obra, a cambio debo desear la desgracia de una persona todos los días de mi vida. He de entregarle a alguien en sacrificio. Bien es sabido, que aquel que desea la desgracia de otros invoca su propia desgracia. Eso es la escritura. Escribir es nuestra desgracia. Respondemos al acertijo del enigma, pero desconocemos el enigma que hay en nosotros. Eres la asesina a la que buscas, me diría Tiresias. Nuestra mirada es apropiada hasta que al conocernos se vuelve oscura. Si no me suicido es porque después no podría escribirlo, se lo debo al diablo, le debo la escritura, solo él puede matarme. Es más bello el dolor que su causante. Es más bello el verso que el rapsoda».