Dedicado a Nerón a comienzos de su reinado, este tratado constituye una loa a su personalidad, pero también una muestra del camino ideal para el buen gobernante, aquel que pudo seguir el emperador cuando todavía admitía consejo.
Sobre la clemencia nos habla del valor y el ejercicio de la virtud, pero sobre todo es uno de los primeros y más preciados «espejos de príncipes» de nuestra literatura.