"Algo se mueve debajo de la superficie de la tierra. Es un conejo cavando rápidamente un hoyo en el campo. El conejito sale del hoyo y abre un mapa para comprobar su paradero. Se dice a sí mismo: "Veamos; a través de Azusa, gire a la izquierda en Cucamonga... hasta que llegue a Los Ángeles. Siga recto por Wilshire Boulevard hasta La Brea Tar Pits. Sabía que debería haber girado a la izquierda en Albuquerque". Es una viñeta de Warner de los años cuarenta vista demasiadas veces en mi niñez, doblada al español El giro a la izquierda en Cucamonga, o más precisamente, la palabra Cucamonga centelleaba como una extraña joya, pronunciada una y otra vez, sin sentido y ampulosa. No sabía entonces que era un valle en San Bernardino. También explica por qué se usó en una caricatura de Warner. Estás conduciendo por una autopista en el sur de California y lees una señal de la siguiente salida. Lo lees en voz alta. en voz alta: Rancho Cucamonga, lo usas en una caricatura de la Warner, lo usaste como título de un libro de poesía concreto tan disparatado y rimbombante como la palabra, dices la palabra, habitas la palabra, haces de la palabra un hábito -cualquier palabra- la escoges al azar, luego escoges otra y otra, haciendo un patrón sonoro que significa una cosa y otra, las palabras discurren sin moverse, sin detenerse nunca- entre el contenido y la expresión, entre Deleuze y Guattari: una máquina abstracta, un monstruo abstracto, un abstracto".